lunes, 8 de junio de 2009

Honor a quien honor merece.


Un título obtenido por Roger Federer en Roland Garros pone fin a la discusión respecto a quien es el mejor tenista de la historia. La proeza realizada por Roger asegura que su nombre sea escrito con letras doradas en los libros de historia. Y no solamente por la calidad que tiene como deportista, sino por la calidad que tiene como ser humano, puesto que por sobre todas las cosas Roger ha demostrado que es una excelente persona y todo un ejemplo que nos demuestra que con trabajo y perseverancia, se puede alcanzar cualquier meta. De la misma forma Federer es un ejemplo de humildad, virtud que le ha llevado a ser lo que es. 

Es por esto y para demostrar mi admiración, que me permití  tomar prestado el siguiente artículo.

Tocó el cielo con las manos

Por Gustavo Goitía
ESPNdeportes.com
http://espndeportes.espn.go.com/news/story?id=851305&s=ten&type=column

BUENOS AIRES -- De pie, señores. Su Majestad, Roger Federer, completó su obra más imponente, la que nadie olvidará: ganó por primera vez Roland Garros, el único Grand Slam que le faltaba, e igualó el récord mundial de 14 títulos de la máxima categoría. ¿Qué más se le puede pedir? Nada. O muy poco, según las exigencias de cada uno. El relojito suizo volvió a funcionar a pleno y le puso la frutilla al postre, ratificando ser el mejor tenista de la historia. Sin ninguna duda.

Al grito de "Roger, Roger, Roger...", el público parisino le tributó una ovación de esas que conmueven hasta las lágrimas. Y no sólo a él, a su grupo de trabajo, a sus familiares y a sus millones y millones de fanáticos, sino a muchísimos otros que vieron, en el mundo entero, cómo ese extraordinario talento consumó la hazaña por la que tanto sufrió y por la que tanto soñó. Como nunca antes y, probablemente, como nunca se repita, todos se rindieron a sus pies.

Cuántas cosas hay para contar, para analizar y para demostrar por qué ya se lo considera el más grande de todos los tiempos. Por eso los elogios de Andre Agassi en la premiación, al entregarle la Copa de los Mosqueteros, y también las felicitaciones de Pete Sampras y de Rafael Nadal, su archirrival. Los mismos que se suman a otros monstruos que lo admiran, como Björn Borg, Rod Laver y John McEnroe. Y siguen las firmas...

Así en el deporte como en la vida, dos frases son famosas por aquello de apoyarse en el sacrificio, de nunca claudicar en la lucha y en los sueños, de intentar y ser perseverante. Hoy, más que nunca, Federer entiende que "el que busca, encuentra" y "querer es poder" son el fiel reflejo de lo que tanto insistió y se esmeró por alcanzar. Es que consiguió dos marcas que lo ponen en otra dimensión, en la de los máximos genios, con esa aureola propia de los elegidos.

Roger se iluminó, como nunca antes, en la Ciudad Luz y logró una proeza titánica en la lenta arcilla parisina. Y lo hizo por partida doble. Es que se convirtió en el sexto varón en ganar al menos una vez cada uno de los cuatro torneos de Grand Slam y empató el récord de Sampras, de 14 títulos de ese calibre. Como si fuera poco, igualó a Agassi, otro héroe estadounidense, al ser el segundo en obtener los cuatro Mayors en cuatro superficies diferentes.

Por eso, los organizadores del Abierto de Francia no tuvieron mejor idea que convocar a Agassi para darle el trofeo, ya que fue él, hace justamente diez años, en el mismo estadio, el último en haber alcanzado esa hazaña, completando el cuarteto más soñado del tenis. Por eso, todos reconocen el inmenso valor de lo conseguido por Federer. Y no es casualidad que Sampras afirme que "si alguien se merecía esto, ese era Roger".

Lo mismo, exactamente, lo admitió Nadal, esa muralla española dueña de la mejor defensa y que mejoró en el rubro agresividad, quien había frenado el gran sueño parisino del suizo en las finales de los tres años anteriores. Esto deja en claro ya no sólo la inmensa calidad tenística de Federer, sino también su estatura humana, aún cuando jugando parezca un extraterrestre, ya que ninguno lo envidia y todos esperaban esta proeza inolvidable.

En un deporte tan individual y egoísta como el tenis, este tipo de gestos no hacen más que enaltecer la figura de Federer, ese atleta tan ejemplar, dueño de un estilo sumamente completo, vistoso, dúctil y ofensivo, sustentado en un saque tan letal como oportuno, una derecha prodigiosa y un juego de altísima regularidad en todas sus facetas, con una excelente lectura de lo que hacen sus rivales, una movilidad sensacional para estar siempre bien ubicado y encima de la pelota y una genial capacidad resolutiva.

¿Qué más se le puede pedir? Ah, como si algo le faltase, tiene una mentalidad ganadora y positiva, que suele ser contundente, en la que se apoya para ser casi siempre la sombra negra de sus rivales. Claro que podrá aparecer alguno que diga, y con certeza, que Nadal le gana seguido, al punto de que venía de derrotarlo en las finales de Roland Garros y Wimbledon del 2008 y este año en la de Australia.

Esta vez, ese Nadal que parecía imbatible en polvo de ladrillo y que buscaba su quinta corona al hilo en París se encontró con el durísimo pegador Robin Soderling, que lo eliminó, ante el asombro de todos, en los octavos de final. El sueco siguió haciendo ruido, afirmado en su potentísima derecha, y trepó a su primera definición de un Mayor. Pero allí se encontró con Federer, nada menos, que le tiró la camiseta. Sí, literalmente.

Aún cuando se sabía todo lo que había en juego, que el helvético afrontaba el partido más importante de su vida, arrasó con Soderling en el primer set. Ya cuando el trámite fue parejo, el suizo disputó, como él aseguró, "mi mejor tie-break". Con esa ventaja de 2-0 en sets, siguió con el pulso firme y selló su victoria más mentada en tres parciales, para terminar arrodillado, llorando como un niño, en ese rojizo polvo parisino, el póstumo del planeta.

Ahora, indudablemente, se sacó un enorme peso de encima y es evidente que podrá intentar en Wimbledon superar a Sampras, si logra adjudicarse su 15° Grand Slam. Hasta ahora, Federer sumaba cinco coronas en Wimbledon, cinco en el US Open y tres en el Abierto de Australia, mientras que con esta en Roland Garros mejoró la calidad de lo hecho por Sampras, ya que el estadounidense nunca conquistó París.

Así, se entiende que Roger, dueño de 59 títulos en total, diga que "ya puedo estar tranquilo, por fin gané Roland Garros. Esto me quita mucha presión y ahora puedo jugar en paz por el resto de mi carrera". Eso, sin dudas, puede resultar letal para sus rivales. Feliz, redobla la apuesta consigo mismo y con la historia. Hoy, Federer, recién casado y en camino a ser papá por primera vez, se hizo el mejor de los regalos. Se lo tenía bien merecido. De pie, señores, su Majestad tocó el cielo con las manos.

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